Tumbado encima de la cama deshecha desde hace días, sin camisa, con los vaqueros y las botas puestas, con algún litro de whisky mezclado con mi sangre recorriendo mis venas, miro el ventilador del techo, chirriante y monótono. El calor es axfisiante, igual que me asfixian los pensamientos que fluyen por mi cabeza.
Los rayos del sol entran por la ventana iluminando mi pecho desnudo donde tantas veces has puesto la cabeza para que te acaricie. Miro las manchas de humedad en el techo y veo las formas tan imposibles que veían nuestros ojos enamorados mientras abrazados, fumábamos después de follar y saciar nuestros instintos primarios, secundarios, terciarios.....
El papel descolorido de la pared coge a estas horas el tono de tu piel, suave, moreno, con el que te confundiría si no fuera por tu negra melena, tus pezones oscuros, tus labios rojos y tus ojos verdes, llenos de pasión y vida. Esos ojos que tantas veces me han dejado sin palabras, que miraría hasta la eternidad sin pestañear, sin alimentarme, sin morir, porque me dan la vida.
La vieja radio analógica ocupa gran parte de la mesilla, siempre puesta en tu dial favoríto, esa emisora de la que salen acordes imposibles, melodías apasionantes, ritmos mágicos y voces increíbles que hacen una banda sonora perfecta a nuestros días y noches llenas de pasión y sexo.
En el suelo de baldosas blancas y negras, como el tablero de un ajedrez, veo tus pisadas, tu cuerpo contonearse desnudo mientras vas al baño y mueves tu precioso culo para mí, volviendo tu cabeza y mirándome pícara para que devuelva una sonrisa de deseo, que siempre te doy y te encanta.
El ruido de la nevera en la cocina, que cada vez que se para o arranca lo hace ruidosamente moviendo las botellas y platos que tiene dentro. Quieres cambiarla, pero en el fondo nos gusta su traqueteo y no lo haremos.
Su ruido se mezcla con las casi continuas voces de la vecina de enfrente a sus hijos rebeldes, con sus insultos imposibles de decir a un hijo y que nos hacen partirnos de risa. La mujer del cielo ganado, la llamamos.
Miro mas arriba, casi detrás de mi y veo encima de mi cabeza el crucifijo de madera. Nunca me han gustado esas cosas, pero tú lo pusiste y no me pude negar.
Tampoco me gusta la foto de tu madre en tu mesilla. Cada vez que te hago el amor, me siento observado, y cuando la voy a poner boca abajo me dices que no, que te da morbo. Eres la hostia.
Nuestra cama. Jamás he estado en una más cómoda. El colchón tiene nuestra forma, de mirarnos frente a frente, con nuestras piernas entrelazadas y nuestras caricias marcadas. El sonido de sus muelles al movernos ritmicamente por las noches.....y por el día. La almohada que guarda todos los secretos que nos susurramos al oído, en voz baja.
Miro el armario de madera oscura. ¿Quién sabe los años que puede tener? Apostamos, ¿50, 60, 100? Lleno de tus vestidos, pantalones, camisetas, el cajón de tus bragas....... Todo parece lleno, pero nunca ha estado tan vacío. Como la habitación, todo lo que antes me parecía lleno, ahora me parece.....¡ni me parece!, todo ha desaparecido. Incluso yo. El hueco que has dejado es demasiado grande.
Cuando noté que te fuiste, corrí a buscarte. Subí a mi Gran Torino aparcado en la puerta y te busqué. Lejos. Muy lejos. Hasta que se acabó la gasolina. Donde te has ido, no llega ningún coche.
Solo me queda esperar para volver a verte. Porque solo deseo eso, volver a verte.
Esperaré aqui tumbado, en nuestra habitación, donde tanto tiempo hemos estado juntos, con una botella de whisky, un paquete de tabaco, escuchando tu música en la radio, las broncas de la vecina y el ruido de las botellas de leche cortada en la nevera.
Y viendo como da vueltas el chirriante ventilador pienso que ya queda menos, mi amor.
Los rayos del sol entran por la ventana iluminando mi pecho desnudo donde tantas veces has puesto la cabeza para que te acaricie. Miro las manchas de humedad en el techo y veo las formas tan imposibles que veían nuestros ojos enamorados mientras abrazados, fumábamos después de follar y saciar nuestros instintos primarios, secundarios, terciarios.....
El papel descolorido de la pared coge a estas horas el tono de tu piel, suave, moreno, con el que te confundiría si no fuera por tu negra melena, tus pezones oscuros, tus labios rojos y tus ojos verdes, llenos de pasión y vida. Esos ojos que tantas veces me han dejado sin palabras, que miraría hasta la eternidad sin pestañear, sin alimentarme, sin morir, porque me dan la vida.

En el suelo de baldosas blancas y negras, como el tablero de un ajedrez, veo tus pisadas, tu cuerpo contonearse desnudo mientras vas al baño y mueves tu precioso culo para mí, volviendo tu cabeza y mirándome pícara para que devuelva una sonrisa de deseo, que siempre te doy y te encanta.
El ruido de la nevera en la cocina, que cada vez que se para o arranca lo hace ruidosamente moviendo las botellas y platos que tiene dentro. Quieres cambiarla, pero en el fondo nos gusta su traqueteo y no lo haremos.
Su ruido se mezcla con las casi continuas voces de la vecina de enfrente a sus hijos rebeldes, con sus insultos imposibles de decir a un hijo y que nos hacen partirnos de risa. La mujer del cielo ganado, la llamamos.
Miro mas arriba, casi detrás de mi y veo encima de mi cabeza el crucifijo de madera. Nunca me han gustado esas cosas, pero tú lo pusiste y no me pude negar.
Tampoco me gusta la foto de tu madre en tu mesilla. Cada vez que te hago el amor, me siento observado, y cuando la voy a poner boca abajo me dices que no, que te da morbo. Eres la hostia.
Nuestra cama. Jamás he estado en una más cómoda. El colchón tiene nuestra forma, de mirarnos frente a frente, con nuestras piernas entrelazadas y nuestras caricias marcadas. El sonido de sus muelles al movernos ritmicamente por las noches.....y por el día. La almohada que guarda todos los secretos que nos susurramos al oído, en voz baja.
Miro el armario de madera oscura. ¿Quién sabe los años que puede tener? Apostamos, ¿50, 60, 100? Lleno de tus vestidos, pantalones, camisetas, el cajón de tus bragas....... Todo parece lleno, pero nunca ha estado tan vacío. Como la habitación, todo lo que antes me parecía lleno, ahora me parece.....¡ni me parece!, todo ha desaparecido. Incluso yo. El hueco que has dejado es demasiado grande.
Cuando noté que te fuiste, corrí a buscarte. Subí a mi Gran Torino aparcado en la puerta y te busqué. Lejos. Muy lejos. Hasta que se acabó la gasolina. Donde te has ido, no llega ningún coche.
Solo me queda esperar para volver a verte. Porque solo deseo eso, volver a verte.
Esperaré aqui tumbado, en nuestra habitación, donde tanto tiempo hemos estado juntos, con una botella de whisky, un paquete de tabaco, escuchando tu música en la radio, las broncas de la vecina y el ruido de las botellas de leche cortada en la nevera.
Y viendo como da vueltas el chirriante ventilador pienso que ya queda menos, mi amor.